“La actual Ciudad de México, a principios del siglo XVI, fue testigo de la llegada de 12 frailes franciscanos con la encomienda de la evangelización. Así que, según la tradición oral, Fray Martín de Valencia fue quien instruyó que se plantaran los primeros olivos en el lugar antes mencionados, esto con el fin de producir localmente el aceite de oliva para los “santos óleos” (Pérez, 2021).
“Por otro lado, cabe señalar que fue La Loma o Los Olivos el sitio ideal hacia el cual, hace algunas décadas, los escolapios se iban de “pinta”, a buscar ídolos: figuras de barro o simplemente tepalcates. En la actualidad, aún es posible encontrar muchos de estos últimos; lo mismo que en la periferia de Tulyehualco. Sobre todo, en las lomas que emergían sobre el nivel del lago. En la cercanía de La Loma o Los Olivos, durante la construcción de casas habitación se han encontrado diversos entierros prehispánicos” (Bravo y Molotla, 2007, p.12).
“El hecho de que inmediatamente posterior a la derrota de los mexicas, se hayan sembrado plantas de olivo en la región, particularmente en los pueblos de Tulyehualco, San Juan Ixtayopan y San Antonio Tecomitl, nos indica que a estos poblados llegaron a habitar familias de españoles, quienes se encargaron no solo de su siembra y cuidado, sino del levantamiento de la cosecha de su fruto: la aceituna. Y sobre todo de la obtención de su principal derivado, el aceite de olivo. Para lo cual se construyó en Tulyehualco, un molino de aceituna; en lo que hoy es la calle de Melchor Ocampo, casi esquina con Nicolás Bravo” (Bravo y Molotla, 2007, p. 51).